- Imaginemos por un momento que esta escena es en blanco y negro y es una entrevista cara a cara.
- Vale, de acuerdo.
- Y yo soy un narrador y usted es un sofá, digamos, rojo, ¿le parece?
- Me parece, adelante.
- Bueno, este es un hito en la historia, ya que nadie había tenido previamente la idea de hablar con un sofá directamente. O al menos no está documentado. ¿Qué se siente al ser el primer sofá entrevistado?
- Pues es todo un honor, he de reconocerlo. Mucha gente ha colocado sus posaderas sobre mis cojines, y a veces hablaban entre ellos, o simplemente sólos, recordándose tareas o cualquier cosa. Algunos sencillamente estaban idos de la olla y creían ver cosas y hablaban con ellas. Pero nunca me habían dirigido la palabra, y menos aún frente a un público expectante por conocer la vida de un sofá como yo.
- Nunca es tarde para conocer más a fondo aquello que desconocemos. Cuéntenos entonces cómo un alma, una esencia, llega a convertirse (o decide, no conozco el proceso) en sofá para el resto de sus días.
- Simplemente un día como que te despiertas y estás en una fábrica. Al principio estás completamente desorientado: miles de trozos de tela, algodones por todos lados, martilleos y demás ruidos de obreros cuya labor de montaje les tiene muy ocupados. Además, tus partes están en diferentes partes, así que el vacío existencial que sientes sobre ti es enorme: te sientes al mismo tiempo en todas partes, pero sin estar en ningún sitio.
- Es un tema que sin duda debería estudiarse, la fragmentación del alma en un sofá. Un tema muy filosófico, sin duda.
- Y que lo diga. Pero afortunadamente, ese periodo de crisis existencial es pronto finito, ya que una vez notas que todas tus piezas están encajadas las unas con las otras te sientes completamente realizado como sofá. Estás deseando que la gente te pruebe, que se siente sobre ti y diga (y permítame el vulgarismo) "joder, qué cómodo que estoy".
- Debe de ser una sensación maravillosa. Ojalá pudiera disfrutarla algún día. Me da envidia.
- Ja, ja, no le voy a negar que es maravilloso. Los sofás tenemos como misión en la vida ofrecer confort a todo aquel que busque un reposo, ya sea momentáneo o para unas cuantas horas. No podemos movernos tan líbremente como quisiéramos, por lo que nos esforzamos en que la comodidad que estamos dispuestos a dar sea la máxima posible.
- Da gusto contemplar como un enser como usted demuestra tal pasión por su trabajo. Pero vamos ahora con un tema algo controvertido: muchas personas asocian la palabra "sofá" a "vagancia", ya que es donde uno suele pasar sus ratos muertos evitando hacer sus tareas a toda costa. ¿Qué opina usted?
- Bueno, nosotros ofrecemos confort a quien venga a sentarse sobre nuestros cojines, independientemente de lo que venga a hacer. Le puedo decir que muchos de mis compañeros han visto cosas mucho más horribles que un simple "vago" viniendo a relajarse.
- Pero al tener tan alta estima su trabajo, ¿no siente algún tipo de molestia cuando alguien con un carácter tan opuesto lo utiliza?
- Señor, ¿está usted intentando crear polémica? Porque me está incomodando.
- Un sofá incómodo. Qué bonita metáfora.
- Mire, yo he venido aquí de buenas maneras, pero usted está entrando en el sensacionalismo, así que si me lo permite, voy a marcharme.
El sofá se marchó de la escena en un plano completamente invisible para el espectador. Años después, sofá y narrador se volverían a encontrar en un plató de televisión de un programa de reencuentros de una cadena local de Castellón. Ambos sujetos llegaron a las manos (reposabrazos en el caso del sofá), teniendo los hechos ocurridos en la entrevista aún en mente. La relación entre ambos nunca llegó a buen puerto.
El narrador acabó muriendo. El sofá no. Porque los sofás no se mueren. Sólo se rompen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario