domingo, 31 de marzo de 2013

El terrible cambio

La ciudad enloqueció. Gente de aquí para allá, corriendo, gritando, chocando, llorando. El nivel de locura de los transeúntes aumentaba por momentos. Ventanales de escaparates de tiendas destruidos, sirenas de policía y humo de distintas tonalidades se repartían por las calles, presentando un aspecto de apocalipsis próximo.

BONG. BONG. BONG. La campana de la ciudad resonó con fuerza y todo el bullicio paro de inmediato. Resultaba que el cambio de hora no era tan trágico como habría cabido esperar.

jueves, 21 de marzo de 2013

Televisión dolorosa


Con el paso de los años en el siglo XXI, el espectáculo en televisión se encontraba en su máximo esplendor. Miles y miles de espectadores se reunían en torno a la televisión, con mando a distancia armado en mano izquierda, aperitivo o cervecita de turno en mano derecha y unos ojos que señalaban de forma fija a las pantallas planas del televisor que tanto dinero y esfuerzo les había costado colocar en el centro de su salón.

Pero estos ojos se concentraban aún más en su visión cuando llegaba el momento clave. Ese momento clave que sucedía todos los días, a eso de las diez de la noche, poco después de la previsión del tiempo y unos anuncios que te contaban lo fantástica y maravillosa que era la cadena que ya estabas viendo. Ese momento clave entonces comenzaba con unos destellos coloridos que surgían de todas partes del monitor, una animada sintonía que servía de alarma para que todos los miembros de la casa corriesen a ocupar su respectivo hueco en el sofá y entrasen de lleno en su letargo.

“¡Buenas noches!”, saludaba siempre un muy maquillado presentador con la sonrisa perfecta. “¡Les estábamos esperando!”, decía al enloquecido público que aplaudía y vitoreaba como si la vida le fuera en ello. “¡Hoy esperamos romper alguna que otra astilla, sí señor!”, continuaba, mientras el público aplaudía y vitoreaba aún más, sin pararse a pensar en la frase que acababa de pronunciar el perfecto presentador.

Sin embargo, los espectadores sabían perfectamente de qué estaba hablando el presentador, y por qué el hecho de mencionar las astillas actuaba como un estimulante de semejante calado en el público. Los espectadores sabían perfectamente que aquella noche estaban sintonizando “¡Párteme la espalda!”, un novedoso concurso con el que los genios de la televisión estaban cosechando millones.

La mecánica del show era muy sencilla: una serie de concursantes anónimos se exponía en cada entrega del programa a recibir un golpe mediante una silla en la espalda. Dependiendo del resultado, se llevaban más puntos o no. Que la silla se rompiese, pero ocasionase leves dolores tenía una puntuación baja. Si el concursante recibía el golpe y gritaba, ganaba un plus. Si la silla no se rompía, el concursante se marchaba sin puntos, bajo los humillantes abucheos del público.

El concursante que más puntos ganaba en cada entrega se llevaba un buen pellizco de dinero, lo que en aquellos tiempos de crisis no venía nada mal. Ello animaba a una ingente cantidad de familias a animar a papá, mamá, el sobrino o incluso la abuela a participar en el programa. Los únicos que no podían participar eran los niños, aunque se rumoreaba que la productora estaba interesada en la creación de una versión infantil, donde en lugar de sillas de madera se utilizarían sillas de plástico.

Además, el programa con un aliciente: además de los concursantes, llamémosles, normales y corrientes, un famosillo acudía para recibir el batacazo de turno, y aumentar así su caché además de promocionar su película, su canción o su deslumbrante personalidad. La mayoría de estas apariciones de famosos, por supuesto, estaban pactadas de forma que el personaje de turno no resultase realmente herido. Y aunque el público lo supiese, realmente no había una gran indignación frente a ello: el sufrimiento seguía ahí, fuera real o no.
Si bien “¡Párteme la espalda!” era todo un éxito con su programación habitual, hubo un momento en el que el formato revolucionó por completo su propósito. Todo lo provocó la visita de Felicia Nuro, una respetada tertuliana del debate vespertino “La vida es vivir”.

La señorita Nuro ya había provocado más de un alboroto televisivo: solía ser protagonista por sus trasgresoras declaraciones sobre todo tipo de asuntos, ya que era una mujer “polivalente y culta”, como ella misma se describía con mucha modestia. Por tanto, su participación en “¡Párteme la espalda!” era muy esperada por los televidentes, quienes esperaban que Felicia sorprendiese con algún tipo de actuación.

Consciente de ello, cuando el azafato cachas de turno iba a golpear a Felicia con la silla, esta levantó sus brazos y con una sonrisa de oreja a oreja gritó “¡Paren los golpes!”. Todo el público, hasta el presentador perfecto, enmudeció. “Gracias”, añadió en un tono más bajo Felicia, quien seguía manteniendo una sonrisa. “Una silla es demasiado poco para mí”, comenzó a decir mientras se paseaba por el plató, mirando con superioridad al público. Hizo un silencio dramático, se paró en seco y volvió a gritar “¡necesito un reto mayor!”.

“¿Y de qué se trata, Felicia?”, preguntó el presentador, un tanto descolocado por aquella inesperada (o no tan inesperada) situación. “¡Quiero que me golpeen con una mesa!”, aclamó Felicia, con una oportuna sonrisa deslumbrante hacia la cámara. El grito de sorpresa del público fue acompañado de un arrollador estruendo de aplausos, que condujeron al final del programa, en el que el presentador perfecto animaba a todos los seguidores que no se perdiesen el inaudito programa de la próxima noche, en la que Felicia se las vería espalda a espalda con una mesa.

Todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. Los titulares de prensa parecían calcados los unos de los otros, los debates en la radio comentaban qué tipo de mesa impactaría contra la columna vertebral de Felicia, incluso los informativos de televisión abrían con la “performance” que Felicia llevaría a cabo esa noche, aunque ni siquiera fuera de su cadena. En internet, las redes sociales echaban humo con los comentarios que comunidades emitían desde sus ordenadores.

Para cuando los relojes marcaban las nueve de la noche, las calles se habían quedado vacías. Algunos negocios habían cerrado, mientras que otros aprovechaban el tirón del programa para abastecer a sus ansiosos clientes. Prácticamente todo el mundo tenía sus ojos atentos a las pantallas de televisión, ya fueran grandes, pequeñas, a color, en blanco y negro o pixeladas por culpa de la antena. Felicia aparecería en unos instantes y nadie quería perdérselo.

El presentador perfecto se había puesto sus mejores galas, e incluso parecía algo nervioso. “Esta noche acudiremos a un evento que jamás se repetirá en la historia”, aseguraba con un semblante muy serio. Felicia fue recibida por un ensordecedor público, que le deseaba lo mejor a ella y a su familia.

El momento estaba llegando. El valiente azafato del programa se armó de valor, cogió una elegante mesa de madera y la colocó en posición de golpe. Felicia cerró los ojos, pero en su expresión se veía la felicidad de una persona que va a recibir una enorme cantidad de dinero por recibir un simple y rápido golpe con una mesa en la espalda.

Y así fue. Felicia recibió el golpe, un golpe ensayado con el que Felicia gritó, se revolcó por los suelos e incluso soltó alguna que otra lágrima falsa. Pero Felicia se levantó, y con los brazos abiertos gritó “¡estoy viva!”. El público respondió con un atronador aplauso, pero entonces el presentador perfecto dijo “¡acabamos de ver un perfecto golpe de mesa, ¿no es increíble?”.

Toda persona que estaba viendo el programa se calló en aquel momento. ¿Realmente había sido tan increíble que Felicia hubiera recibido el golpe de una mesa? ¿A qué nivel de televisión habíamos llegado?

sábado, 16 de marzo de 2013

Twitcam: 15 de marzo

Badassismo con gafas de sol.



Setlist:

Funnyman - KT Tunstall
State of Grace - Taylor Swift
I'd Do Anything - Simple Plan
(2º intento) Don't Stop Me Now - Queen
Freak Out - Avril Lavigne
Fifteen - Taylor Swift
Uumanaq Song - KT Tunstall
Take my Hand - Simple Plan
Fade Like a Shadow - KT Tunstall
22 - Taylor Swift

martes, 12 de marzo de 2013

Movimientos ocultos

Considero que Pokémon es una saga de videojuegos de la que se pueden decir muchas cosas, por lo que le voy a crear su propia categoría dentro del blog y de vez en cuando disertaré sobre mi opinión sobre los diferentes fenómenos que pueden darse de este extraño mundo.

Hoy me apetece hablar de las máquinas ocultas. Aquellos movimientos que necesitamos usar fuera de los combates propiamente dichos para poder avanzar en la historia. Es lo normal: las rocas gigantes, las cascadas y el poder volar pueden suponer mucho problema si no contamos con el Pokémon adecuado para superar estas adversidades.

Las máquinas ocultas se diferencian además de la imposibilidad de borrar el movimiento como cualquier otro, por lo que tenemos que tener precaución a la hora de hacer que un Pokémon la aprenda. La única forma de borrarla es ir a la (como recientemente he descubierto su nombre) casa de la Familia Movimiento, en la que uno de sus miembros, por poderes que le ha concedido quién sabe qué, es capaz de hacer olvidar el movimiento en cuestión.
¡INCISO! El nombre de la Familia Movimiento me resulta genial. Sólo espero que alguno de sus miembros sepa inculcar en tus Pokémon los postulados de la Ilustración, el Romanticismo y demás corrientes culturales de la historia. Daría al juego una nueva percepción interesante.
Especialmente quiero detenerme en dos máquinas ocultas a las que todos hemos odiado. Sí, la primera de ellas es la que todos los amantes de Pokémon estáis pensando: Destello. Destello era aquel movimiento cuya única utilidad era bajar la precisión en un combate, pero se convertía necesario puesto que nos ilumina las cuevas y demás lugares oscuros. Como hemos dicho antes, los movimientos ocultos no se pueden aprender y eliminar de una forma sencilla, por lo que no nos quedaba otra que atrapar un Pokémon inútil para que lo aprendiese y, una vez terminada la cueva, sentenciarlo a cadena perpetua en el PC. Este Pokémon desafortunadamente no podía ser Rattata, ni tampoco Caterpie, por lo que nos teníamos que hacer con un Paras, o un molesto Zubat (y sus similares en ediciones posteriores)  para que cumpliera esta función de linterna.

Afortunadamente, en las últimas ediciones los desarrolladores del juego se dieron cuenta de lo frustrante que era Destello como máquina oculta, por lo que lo convirtieron en una máquina técnica normal y corriente. Su uso dejo de ser imprescindible para el transcurso de la historia, aunque si querías explotar el juego en su máximo exponente necesitabas seguir enseñándoselo al Pokémon sobrante de turno.

Pero vamos con la segunda máquina oculta: Golpe Roca. Esta tal vez sea un odio más personal que general, pero como es mi blog hago lo que quiero. Golpe Roca es sin duda uno de los movimientos más inútiles que pueden existir del tipo Lucha: sólo te sirve cuando al Pokémon rival le quedan pocos PS y no quieres utilizar un movimiento que quita muchos puntos (lo mismo podría aplicarse a Corte). Golpe Roca suele servir para poder avanzar por el escenario, o en otras ocasiones, producto de las mentes perversas de los desarrolladores del juego, conseguir objetos como las piedras evolutivas, siempre respondiendo a un factor aleatorio, por supuesto. No lo iban a poner sencillo.

A lo largo del tiempo ha habido otros intentos de hacer máquinas ocultas ridículas y que solo están ahí para estorbar, como la imposición en la cuarta generación de Despejar, un clon directo de Destello sólo que en vez de iluminar despeja la niebla. Por supuesto, sólo duró una generación. Otras grandes cagadas pueden haber sido Torbellino durante la segunda generación, otro movimiento que sólo sirve para rellenar combates y poder atrapar bien a Lugia. Treparrocas tampoco se queda corto en este aspecto.

Pero no todo es horror en el campo de las máquinas ocultas: afortunadamente movimientos como Vuelo, Surf y Fuerza nos hacen mantener la esperanza en estos movimientos que tantas adversidades nos han ayudado a atravesar a lo largo de los años.

lunes, 11 de marzo de 2013

La que pueden liar unos fans rabiosos

Os pongo en situación: resulta que el otro día, uno de los productores del que será el nuevo single de Avril Lavigne, Jacob Kasher, hizo unos comentarios un tanto desafortunados en twitter que le llevaron al odio de gran parte de la base de fans... pero de un odio basado en la poca información.

El tal Jacob Kasher parece tener un sentido del humor un tanto peculiar, y contestó de una manera un tanto peligrosa a un fan que era gay, y que percibió que el la forma de contestar de Kasher rozaba la homofobia. Aparte, un mal entendido con otra fan le señalaba de racista.

Antes de pararse a pedir una explicación al propio productor, la base de fans, como hace todo buen grupo de seguidores en internet (y especialmente en Twitter) sacó de sus mentes un arsenal de insultos y difamaciones contra Kasher, demostrando su odio más profundo que, por otra parte, acababan de obtener, ya que la mitad de ellos media hora antes no paraban de pedir de forma obsesiva retwits, respuestas y mensajes para Avril Lavigne.

Finalmente, uno de los fans pareció pasarle el soplo a Kasher, quien comprobó que esto no se había reducido a Twitter, sino que en un foro dedicado a la cantante la mayoría de los usuarios empezaba a cultivar su odio profundo. Aquí el productor se dio cuenta de su error y pidió disculpas, aclarando que en ningún momento había tratado de ofender a nadie.

Pero los fans son los fans: algunos comprendieron la situación y no le dieron más vueltas al asunto, pero otra importante parte mantuvo su recién creada opinión, alegando que sólo trataba de quedar bien con los fans. El productor poco más pudo hacer, e incluso advirtió que podría llegar a eliminar su cuenta debido a la cantidad de mensajes insultantes (e incluso amenazas de muerte) que estaba recibiendo.

Relatado el acontecimiento en cuestión, voy a dividir mi opinión sobre este tema en dos puntos.

1. La facilidad para ofenderse en internet. Creo que hay demasiada gente que no pilla una broma en internet, y se toman todo demasiado en serio. Podríamos entrar en terreno de qué tipo de humor utiliza la persona, como el controvertido humor negro. Pero igualmente, muchas personas parecen no saber encajar una broma, y le sacan la puntilla a todo tema que podría resultar un tanto peliagudo de discutir. Simplemente, creo que la gente tendría que empezar a tomarse las cosas menos en serio y disfrutar un poquito más de la vida.

2. La exageración de las bases de fans. El ejemplo más claro lo tenemos en las believers, pero desafortunadamente todo artista o grupo medianamente relevante tiene a un grupo de quinceañeros detrás que, por mucho que ellos crean que no, desprestigian mucho al resto de fan e incluso hace que pases vergüenza por pertenecer a este grupo. Muchos de estos no se dan cuenta que resultan de un auténtico coñazo estar constantemente pidiendo ya no sólo al artista, sino a todos quienes les rodean (miembros del grupo, productores, discográfica, etc.) noticias constantes sobre su artista, como si la vida de estas personas se centrase en el artista con quien colaboran. Y por supuesto, a no aceptar una crítica negativa de su artista, esté formulada de la forma que esté. Podemos aceptar que sí, son chavales que aún no tendrán la mente formada del todo o lo que sea, pero también hay que ser consciente de que tu vida no puede estar condicionada por todo lo que hace un artista.

En fin, que es muy triste que pasen estas cosas sólo porque un puñado de personas no sepa aceptar una broma y lleven todo a unos niveles de exageración que son cuanto menos innecesarios. Al final lo mejor de todo es ignorar todas estas movidas y disfrutar de tu artista/grupo por tu cuenta, o con gente que sepa apreciarlo de la misma manera que tú.

sábado, 9 de marzo de 2013

Twitcam: 8 de marzo

Desde la semana pasada me animé a hacer por fin algunas twitcams con la guitarra. He decidido ir poniéndolas por aquí, por si alguien quiere ver cómo desafino canto. Así que aquí os dejo con la última que he hecho, con su correspondiente setlist abajo. Eso sí, el vídeo no está cortado ni nada, por lo que entre canción y canción suele haber un tiempecito, ya que contesto a los twits que me van saliendo mientras tanto.



Setlist:

Red - Taylor Swift
Fri-End? - Kate Nash
Welcome to my Life - Simple Plan
Complicated - Avril Lavigne
Glamour Puss - KT Tunstall
Fix You - Coldplay
(Cagada time por petición) Don't Stop Me Now - Queen
Mean - Taylor Swift
What the Hell - Avril Lavigne
The One that Got Away - Katy Perry
Tik-tok - Ke$ha
We Get On - Kate Nash
We Are Never Ever Getting Back Together - Taylor Swift

viernes, 8 de marzo de 2013

La Luna


Todos los días seguía la misma rutina para acostarse: una vez puesto su pijama, se sentaba en su cama, miraba por la ventana, el cielo estrellado. Era una de las cosas más bellas que podía existir. Pero en medio de todo el mar de estrellas, ahí se encontraba. Grande, luminosa, de un color neutro. La Luna siempre era lo último que Daniel miraba antes de cerrar los ojos, siempre con una sonrisa, y dar por concluido el día.

A Daniel le apasionaba el espacio y todo lo que tenía que ver con él. Los planetas, los meteoritos y las galaxias eran sus temas de conversación favoritos, y no había día que su telescopio no enfocara y tratara de descubrir alguna nueva estrella en el firmamento.

A sus diez años, el sueño de Daniel era ser astronauta. Estaba seguro de que en el futuro la gente podría ir y venir del resto de planetas gracias a sus descubrimientos, y descubrir y disfrutar, como tantos años llevaba haciendo él, de los misterios que la Vía Láctea nos aguarda más allá de la atmósfera.

La mejor amiga de Daniel, Laura, también era una apasionada del espacio, por lo que muchas veces se reunían, ya fuera en la casa de uno o de otro, para seguir investigando y descubriendo cosas que les acercase más a su sueño. Al igual que su compañero, a Laura también le entusiasmaba la Luna, por lo que la afinidad entre ambos era más que patente.

Los años pasaron y Daniel y Laura fueron creciendo, así como el resto del mundo, cuyos avances en tecnología convirtieron en realidad aquellos augurios que Daniel hacía cuando era un pequeño joven. Los viajes fuera de la Tierra se habían popularizado de una manera abismal durante los últimos años, y rara era la persona que, al menos una vez en su vida, no había realizado una pequeña visita a un planeta o astro cercano.

No sólo eso, sino que parte de la población ya poblaba fuera de la Tierra y se había asentado en alguna de estas rocas del exterior. Los mejores empresarios habían extendido sus garras fuera de los límites de la Tierra y habían construido enormes complejos de viviendas y zonas de ocio, en donde la gente podía hacer prácticamente todo aquello que ya podían hacer en su planeta natal, pero con el toque de prestigio de realizarlo en el espacio exterior.

Daniel, lejos de su sueño de astronauta, era uno de estos empresarios cuyas habilidades lo habían disparado a ser de los más beneficiados de la emigración planetaria. Por supuesto, su admirada Luna había sido la base sobre la que decidió asentar sus edificaciones, cuyo nombre respondía a “Resort Lunar”.

La mayoría de las personas que conocían a Daniel coincidían en que se trataba de un tipo con suerte, un hombre al que no le podían ir mejor las cosas en la vida, la cual tenía prácticamente resuelta. Daniel lo tenía todo: una enorme casa (en la Luna) con una enorme piscina, una familia que lo adoraba y un círculo de amigos con el que siempre se reunía.

Sin embargo, Daniel notó que le faltaba algo. No se trataba de algo material, puesto que en ese caso lo podría haber adquirido en un abrir y cerrar de ojos. Tampoco de algo social: su familia le quería, sus amigos le querían, e incluso mantenía su amistad con Laura, con quien solía hablar cada semana a través de conferencia espacial.

Fue precisamente en una de estas conversaciones donde Daniel descubrió qué era aquello que le faltaba… algo que jamás se le pasó por la cabeza.

Laura, al igual que su mejor amigo, había tenido un éxito arrollador en los negocios y se había convertido en la directora de una importante empresa constructora. Pero como la Luna ya tenía un dueño al que atender, no le quedó más remedio que asentarse en un astro cercano: el planeta Marte.

Marte era uno de los primeros planetas que había podido ser habitado, y al que los primeros atrevidos trataron de poner sus pies y casas sobre él. Laura había sabido aprovecharse de esta situación, con precios muy competitivos que continuamente atraían a nuevos compradores.

A diferencia de Daniel, Laura parecía plenamente feliz: también tenía una casa estupenda, acompañada de una familia estupenda y un círculo de amigos estupendo. Todo el mundo adoraba a Laura en Marte, y la gente comentaba continuamente por la calle lo genial que era la empresaria.

Un buen día, Laura invitó a Daniel a la celebración del vigésimo aniversario de su empresa. Durante la reunión, Laura y Daniel hablaron de lo habitual: de lo bien que se encontraban sus respectivas parejas, de las buenas notas que sacaban sus hijos o de los diferentes auges y desplomes que sufrían algunos de sus colegas empresariales.

La fiesta se alargó hasta bien entrada la noche. Los asistentes se fueron marchando a sus respectivos hogares, hasta que Laura y Daniel quedaron solos, en la terraza de la casa de la anfitriona:

- ¿Recuerdas cuando de pequeños observábamos el cielo continuamente? –le preguntó Laura, mientras contemplaba las estrellas.
- ¡Cómo olvidarlo! No creo que tuviéramos otro tema de conversación… -respondió Daniel, riendo.
- Yo nunca la olvidaré –continuó Laura- Y todo gracias a que puedo seguir viviendo aquella visión.
- ¿A qué te refieres? –le preguntó Daniel, atónito.

Laura no respondió, sino que señaló al cielo, a un punto muy concreto: allí estaba la Luna, brillando tan fuerte como Daniel hacía mucho tiempo que no había visto. Fue en ese momento cuando una felicidad brotó de su pecho y recorrió todo su cuerpo, reconfortándolo como hacía cuando era un pequeño chico de diez años.