jueves, 28 de febrero de 2013

Protagonista entrometido

De nuevo aprovecho mis trabajos para clase para rellenar mi blog. Lo siento.


Me disponía a contar la historia de cómo Eulalio, un modesto niño cuyos padres parecían contar con un extraño gusto a la hora de elegir los nombres de sus descendientes. Eulalio siempre iba acompañado de su perro, llamado Perrito, lo que demostraba la carente capacidad creativa con la que Eulalio contaba.

La historia que tenía en mente era muy simple: Eulalio, como buen niño que ama e idolatra a su familia, se dispondría aquella mañana a ir a comprar el pan acompañado de Perrito, donde una vez alcanzase su destino el panadero le intercambiaría unos céntimos por la barra de pan correspondiente y volvería de nuevo a su hogar. Hasta aquí todo parecía fácil.

Sin embargo, Eulalio no estaba de acuerdo con algunos detalles que había ofrecido yo, el narrador, considerando que había determinados aspectos que restaban objetividad a mi relato. Una acalorada discusión que mantuve con Eulalio acabo con el joven arrebatándome mi historia y cambiando a su antojo ciertas partes del relato. Eulalio no era un escritor muy prometedor, por lo que espero que entiendan que el relato pueda estar plagado de incoherencias. Lavadora.

La historia comienza por tanto en casa de Eulalio, la casa más guay del mundo mundial. La casa era muy bonita. Tenía un jardín verde. Perrito comía. La madre de Eulalio, la cual preparaba una lasaña estupenda y además era muy guapa, la madre más chachi del mundo mundial, mandó a Eulalio a comprar el pan. Eulalio aceptó con la condición de llevarse a Perrito consigo. La madre aceptó.

Salieron de casa y Eulalio no tropezó con una piedra. Eulalio no era torpe por lo que no se caía frecuentemente. Eulalio es guay. Con la correa en mano, Eulalio y Perrito salieron del jardín y se dirigieron hacia la panadería, la cual estaba cinco manzanas más allá de la casa de Eulalio. Las manzanas no son calles, son fruta, por lo que no entiendo por qué el narrador es tan tonto.

Mientras iba paseando con Perrito, Eulalio se encontró con varios conocidos. En primer lugar estaba Elisa, la niña de su clase que le gustaba. No le gustaba. Sólo tenía los cinco cromos que le faltaban para su álbum de la serie de infantil de moda del momento. Saludo a Elisa con un tímido “hola”, al que ella le respondió con una sonrisita. Elisa se come los mocos.

Aquí traté de hacer un inciso. Las interrupciones de Eulalio me estaban haciendo perder los nervios, y estaba a punto de desechar toda idea para hacer el relato. Definitivamente, el personaje no parecía estar de acuerdo con ningún punto del relato, y cualquier momento comprometedor o que le dejaba en mal lugar era cambiado de mala manera.

Eulalio me dijo que su personalidad no estaba hecha para ser tan maltratada de ese modo, y que además su personaje era excesivamente aburrido. Era el típico personaje secundario del que nadie se acuerda, el típico personaje tan insulso que nadie querría comprar jamás el libro que contuviese dicho relato. Eulalio me sugirió que le diera alguna característica extraordinaria al personaje, de forma que el lector se viese sorprendido y a partir del momento de la lectura su máxima aspiración en la vida fuera convertirse en Eulalio.

La idea no me parecía mala, así que tampoco la descarté. Comenzamos a hacer lo que algunos intelectuales denominan “brain storming”, pero pronto me di cuenta de que las ideas de Eulalio eran demasiado trasgresoras, así que le comuniqué que continuaría la historia tal y como la había planteado. Eulalio entró en cólera y de nuevo me modificó la historia. Harto de tal situación, dejé la historia con los cambios que él mismo me dijo. Espero que me perdonen.

Eulalio se convirtió en un súper héroe. A partir de ahora podía volar, así como matar a los malos con sus pistolas láser. Como su misión siguió siendo la panadería, voló hasta allí. Perrito le sugirió (ya que había aprendido milagrosamente a hablar) que fuese con precaución, pues últimamente se comentaba mucho en la ciudad la presencia de un temible villano. Pero Eulalio era guay y no le tenía miedo a nada.

Una vez que llegaron a la panadería, Eulalio encargó una baguette francesa, como acostumbraba a hacer. Mientras le entregaba los 60 céntimos correspondientes de la barra de pan, el panadero se convirtió en un monstruo muy feo, verde, y que olía a caca de vaca. Pero Eulalio era súper fuerte, por lo que le dio un puñetazo en la cara y lo mató. Junto a Perrito salió de la tienda y volvieron a casa.

Aquí acaba la historia. Como pueden haber visto, ir a comprar una barra de pan se puede convertir en una aventura inolvidable, plagada de acción con monstruos de todo tipo. Tengan precaución la próxima vez que un panadero les vaya a devolver el cambio: nunca se sabe qué podría pasar.

1 comentario:

  1. Este Eulalio es un ioputa

    "el relato pueda estar plagado de incoherencias. Lavadora" Me has dejado con una cara de ok que flipas con ésto xDDDDDDDDDDDD

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