Despertar una vez más en tu habitación sin cortinas: sigues sin estar en Madrid. Pero no te importa. Remolonear en la cama sigue siendo una de las actividades más divertidas que harás durante el resto del día, así qué, ¿qué problema hay en hacerlo, estés donde estés?
La diversión no es infinita, así que pasado un rato es hora de levantarse. Te vas a la cocina, a hacerte el café del Euroshopper. Qué malo está, o al menos eso pensabas al principio. Ahora ya te has acostumbrado, tras estar día tras día bebiendo esa mezcla de café molido, agua del grifo y leche (también de la barata).
La mayoría de los días hay que tomárselo con calma: no hay prisa por llegar pronto a ningún sitio. Hay un par de días que, en un intento de productividad, no queda más remedio que asistir a clase. Los primeros días son los mejores, por supuesto. Estar en casa ralentizado toda actividad siguiente, ya sea recoger la habitación, ducharse, visitar al resto de vecinos de tu casa o incluso estudiar. De los días productivos mejor no hablamos: si resultan difíciles para el narrador, no me quiero ni imaginar lo que puede suponer para el lector.
Comer. ¿Cuándo? A las 12:30 está comiendo todo el mundo por la calle, sin sentarse en ningún sitio y caminando de un sitio para otro, sin más. A veces tienes hambre, porque piensas que te has adaptado al horario del país y lo utilizas como excusa para comer algo. Pero otras veces no. O comes igualmente y luego vuelves a tener una segunda comida. Todo depende de cada uno.
Después de la primera, segunda (y en ocasiones excepcionales, tercera) comida habrá que descansar algo, digo yo. Hacer la misma actividad que por la mañana también es algo adaptable a esta situación. Pero siempre se puede hacer algo que te motive, incluso, a salir de tu casa. Ya sea visitar la ciudad, dar un paseo, ir a comprar porque las-tiendas-cierran-a-las-seis-estos-belgas-no-tienen-vida-o-qué, ir a tomar algo (cerveza o chocolate, no nos engañemos)... El caso es disfrutar de la tarde. En algún momento es plausible la posibilidad de estudiar, se comenta.
Llega la hora de la cena con el mismo debate filosófico interno que ya ocurrió en tiempos pasados con la comida. ¿A qué hora se cena? Puedes hacerte el especial y cenar a las 18:30, pero entonces has obviado la merienda y no es algo precisamente fácil de hacer. Puedes cenar a las 19:30 o a las 20:00, y estar en un punto intermedio. O puedes ignorar todo y cenar como buen español a las 21:00, 22:00 o en algún momento de la noche. Cenar varias veces también se contempla como posibilidad, una vez más.
Llega la noche y te vas a dormir y hay que hacer algo. No te vas a acostar pronto, por favor. Montar una reunión es una buena posibilidad, ya que inicia el proceso de selección del plan que la sucederá. Se puede poner música, ver vídeos, beber cerveza... un poco de todo. Eso sí, si es jueves, hay que salir al Café d'Anvers, porque es gratis y sí. Siempre se puede ir a otro sitio, pero si el precio no llama la atención o está muy lejos, siempre nos quedará el De Prof, De Pruf, De Prooff, el bar de los del ESN, como quieras llamarlo. Y ya luego, cuando tu cuerpo no te pida más, si eso te vas a dormir. Si eso.
Cuando esta descripción de tu día a día resulta ser una realidad, te das cuenta de lo bien que te lo estás pasando en tu Erasmus. Y lo mejor de todo es que es demasiado bueno para sólo llevar dos meses.
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